No hay imagen más triste para reflejar una sequía que esa de pueblos emergiendo como fantasmas cuando se seca un pantano. El de Sierra Boyera, al noroeste de la provincia de Córdoba, una de las zonas de la península más azotadas por el calor y la profunda sequía que atraviesa el país, no oculta ni aldeas ni campanarios, sino un lecho desértico que refleja su dramática situación. Oficialmente se encuentra al 0,1% de su capacidad y técnicamente está seco. Es el primer embalse que se queda sin reservas. Sierra Boyera ha tocado fondo y apenas retiene un puñado de metros cúbicos, que se acabarán evaporando si continúa sin llover. Quien lo ha observado de cerca lo define muy bien. «Es un charquito».
En sus buenos tiempos su lámina de agua abarcaba 550 hectáreas, cinco veces la superficie del madrileño parque del Retiro. Hoy apenas es un estanque.
El pantano cordobés, situado junto a Belmez y a unos seis kilómetros de Peñarroya-Pueblo Nuevo, una localidad de diez mil habitantes al noroeste de Córdoba, es uno de los 49 que forman parte de la amplia red de embalses de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), que abarca las provincias de Córdoba, Jaén, Sevilla, Huelva, Granada y Ciudad Real.