La pandemia ha expuesto de la manera más cruda posible todas las carencias de la sanidad pública del Reino Unido después de una década de recortes por parte de los gobiernos de David Cameron, Theresa May y también a pesar de su retórica en sentido contrario y la subida de impuestos Boris Johnson (la construcción de una veintena de nuevos centros es una de sus promesas incumplidas).
Casi todos los inviernos, cuando llegan las gripes, neumonías y más enfermedades respiratorias, los hospitales se colapsan, cancelan operaciones y los medios informativos muestran imágenes de pacientes haciendo cola de horas en camillas antes de ser atendidos (temidas por el Gobierno, porque sugieren mala gestión y les pueden hacer perder votos).
Es un problema endémico, magnificado ahora por la variante ómicron, que si bien es mucho menos letal, se contagia con tanta facilidad que mucha más gente pide atención y sobre todo causa gran cantidad de bajas entre el personal sanitario (y de todo tipo).